viernes, 5 de febrero de 2010

Prédica de Tony Gruter, del 13 de noviembre de 2009


LUCAS 11.1-10


11:1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.

11:2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

11:3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

11:4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

11:5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,

11:6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante;

11:7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos?

11:8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.

11:9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

11:10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.


El único que nos puede enseñar realmente la importancia de la oración es el Señor Jesús. El discipulado no es otra cosa que aprender a orar. Toda nuestra vida está concentrada en la oración. Orar no es solo la clave, es el corazón del creyente. La oración es estar en los lugares celestiales con Cristo. La oración invoca todo lo que es propio de Dios, pero implica que tenemos que reconocer nuestra condición.


No somos justos pero hemos sido justificados por gracia. El reconocimiento de nuestra limpieza es la puerta al lugar sagrado de Dios.


Claramente subimos al cielo. Dios quiere que cada día de nuestras vidas entremos al santuario. No se trata de repeticiones o palabras automáticas. Si Él es nuestro Padre, no estamos desamparados. La escalera que nos lleva al cielo a través de la oración es Jesús.

Cuando reconocemos que Él es nuestro padre, nuestras vidas empiezan a crecer. La oración es la recuperación completa de mi vida. La finalidad de la oración es ganar las almas.

El pan del que habla en más bien lo espiritual, de las palabras que traen salud y fuerza a nuestras vidas. Pasamos a ver nuestra condición.

Si me reconozco como una persona cristiana, el PERDÓN es uno de los frutos como creyente. El perdón es la única válvula que saca toda la amargura de nuestras vidas. Al orar, Dios hará cosas maravillosas en nuestras vidas.

No es que Dios nos meta en tentación, sino su objetivo es que reconozcamos que NO podemos pasar las pruebas por nosotros mismos y que por su voluntad nos guarde de nuestra maldad al momento de la prueba. En todas las pruebas, el único propósito de Dios es perfeccionarnos.

Debemos orar con todo nuestro corazón, debemos creerle a Dios. No orar con nosotros mismos solo para adormecer la conciencia.


Gálatas 5.22-23 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” Lo más grande de todo es la llenura del Espíritu Santo. Dios todo lo hace por amor, hace que las cosas de la tierra sean transformadas y se den cambios por su santa voluntad. Gracias a Dios que lo más importante es VENIR A ÉL.


Santiago 4:17 “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. De esto se trata la oración.